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Reportaje: Trump reactiva la guerra comercial y Chile quedó atrapado entre los gigantes

  • La nueva guerra comercial impulsada por Trump golpea de lleno a Chile, hunde el precio del cobre y tensiona la diplomacia económica. En medio del conflicto global, el país enfrenta una disyuntiva estratégica: adaptarse al nuevo orden o quedar relegado a un rol secundario.

Cuando el mundo se cierra, Chile queda expuesto

Abril de 2025. Donald Trump firma un decreto y, con un solo trazo, vuelve a encender una guerra comercial global, como ya lo hizo durante su primer mandato en 2018. Establece un arancel del 10% a todas las importaciones, con castigos extra a China (34%) y a la Unión Europea (20%). El mercado global entra en pánico.

El lunes negro no se hace esperar: el Nikkei cae 7,8%, Hong Kong se hunde 13%, y el Dow Jones se desploma 1.500 puntos. El cobre, considerado el termómetro de la economía global, baja bruscamente de US$5,27 a US$4,00 por libra en solo cinco días. Y el litio, que ya venía afectado por una sobreoferta, se estanca en torno a los US$10.000 por tonelada.

Desde Washington hasta Beijing, los gobiernos ajustan sus estrategias. Y, por supuesto, Chile no es la excepción.

El FMI advierte que la medida podría restar 0,7 puntos al crecimiento global. La OMC habla de un quiebre en el orden multilateral. En una señal política clave, China hizo un llamado a la Unión Europea para proteger juntos la globalización, reforzando su rol como contrapeso al proteccionismo estadounidense.

Ambos gobiernos anuncian aranceles mutuos del 125%, llevando el conflicto a su punto más álgido desde 2018. Como gesto simbólico y cultural, China también restringe el ingreso de películas de Hollywood, argumentando que la industria cultural estadounidense debe asumir los costos del desacople económico.

Mientras tanto, en Chile, la ministra de Minería, Aurora Williams, en entrevista al diario El País, advierte:

“Somos un país globalizado, por eso la diversificación de mercados es importante para nosotros. Por ejemplo, en India, que visitamos recientemente, nos ofrecen grandes oportunidades… También la industria manufacturera india, que es sumamente competitiva, nos trae espacio para aportar minerales críticos”.

Una señal de alerta en medio de la tormenta. Porque Chile queda atrapado en un fuego cruzado que no provocó, pero que lo golpea donde más duele: en sus exportaciones mineras.

El cobre no solo se exporta: financia el Estado

El impacto fiscal no es la única preocupación. El sector privado también ha reaccionado con fuerza.

Iván Arriagada, CEO de Antofagasta Minerals, declaró a La Tercera:

“Si el cobre tenía una cierta ruta comercial para llegar a Estados Unidos, a Europa o a Asia, esas rutas se van a reconfigurar probablemente en función de las distorsiones que introducen los aranceles”.

La caída del cobre no es un dato. Es un tijeretazo al presupuesto nacional

“Por cada centavo que baja el precio, perdemos entre 20 y 30 millones de dólares anuales”, dice Manuel Viera, presidente de la Cámara Minera de Chile.

Y eso es solo en ingresos fiscales. Si sumamos el efecto sobre Codelco, empresas privadas y gobiernos regionales, el golpe se multiplica.

El Banco Central confirma el giro del escenario: el dólar superó los $980, las tasas a largo plazo cayeron, y el clima inversor se enturbia. El Ministerio de Hacienda convocó al Consejo de Estabilidad Financiera y anticipa una revisión de las metas fiscales.

Para responder, el gobierno evalúa utilizar el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES): una suerte de “colchón” creado en 2007 para enfrentar caídas inesperadas de ingresos públicos. Su objetivo es claro: evitar que el Estado deje de funcionar cuando más se lo necesita.

A abril de 2025, el fondo mantiene un saldo de US$3.689 millones, apenas el 1,1% del PIB nacional. En comparación: tras la crisis subprime de 2009, el FEES tenía más de US$20.000 millones. Hoy, el margen de acción es más estrecho. Y las decisiones deben ser rápidas, certeras y coordinadas.

En las regiones mineras los ajustes se sienten

En Antofagasta, Atacama y Tarapacá, el cobre no es solo exportación: es empleo, comercio local, ingresos municipales y presupuesto regional. Cuando cae el precio, los efectos son inmediatos. En las comunas mineras del norte, la dependencia del precio del cobre es estructural. Cuando bajan los ingresos fiscales o regionales asociados a esta actividad, se resiente el financiamiento de obras y programas locales.

En comunas como Diego de Almagro, por ejemplo, se monitorea con atención el desarrollo de inversiones en litio y la evolución del financiamiento de iniciativas sociales. La vulnerabilidad fiscal de estos territorios frente al ciclo de los commodities es una realidad compartida en la macrozona norte. No es algo nuevo. Durante el auge del salitre, estas mismas regiones vivieron una bonanza artificial. Cuando la demanda global se desplomó, los pueblos salitreros colapsaron, los empleos desaparecieron y el Estado perdió una de sus mayores fuentes de ingreso. Chile no había diversificado su matriz productiva ni anticipado el cambio.

El resultado fue brutal: crisis fiscal, desempleo masivo en el norte, y una larga recesión que alteró el equilibrio político y social del país. Hoy, el cobre ocupa ese lugar. Y aunque los desafíos son distintos —Chile cuenta hoy con instituciones más robustas, acceso a financiamiento y herramientas macroeconómicas que no existían en el siglo XIX—, la lección permanece: los ciclos de bonanza terminan. La anticipación no es opcional.

De acuerdo con datos del Ministerio de Minería, un 35% del empleo formal en la macrozona norte está ligado directamente al sector minero. Cuando la actividad se frena, los primeros afectados son los trabajadores de servicios externos, comercio y construcción. Lo siguiente que cae es la calidad de vida en las comunas que dependen estructuralmente de la minería.

El riesgo de recesión ya no es hipótesis

Para la economista Patricia Esparza, de la Universidad de Las Américas, el impacto ya está en marcha:

“Cuando se genera incertidumbre, la economía se frena: suben los precios, se ajustan las decisiones de inversión, y eso lo sienten tanto los productores como los consumidores. La confianza es clave, y si se pierde, todo se desacelera”.

Chile tiene herramientas: fondos soberanos, deuda pública, política monetaria flexible. Pero, como advierte Esparza:

“Ninguna de estas opciones funcionará si el país actúa con desorden o sin coordinación. Se necesita previsión, unidad de criterio y actuar a tiempo”.

Diplomacia: cuando el silencio cuesta caro

El doctor en relaciones internacionales Hugo Harvey es directo:

“Chile debe actuar desde el realismo estratégico. Reconocer su asimetría frente a EE.UU., dejar la retórica, recuperar la diplomacia profesional”.

Las críticas apuntan al desorden comunicacional: declaraciones ideologizadas en India, diplomáticos partidizados en EE.UU. Resultado: ruido, no estrategia.

La posibilidad de negociar una excepción arancelaria vía TLC existe en el papel, pero se evapora sin gestión concreta.

“El canal con la USTR debe activarse. No basta con tuitear; hay que sentarse en la mesa. Y el sector empresarial chileno tiene que hacer lobby ya”, advierte Harvey.

Hasta hoy, ningún alto funcionario chileno ha viajado a Washington a negociar. No hay confirmación de contactos técnicos formales con la USTR. Tampoco una visita oficial en agenda. Y mientras tanto, la ventana se cierra.

Esto no es un cálculo técnico. Es una decisión-país

Chile aún conserva un capital reputacional forjado en estabilidad, apertura y reglas claras. Si actúa con visión y unidad, puede convertirse en referente estratégico para un mundo en crisis. Pero si no reacciona, otro ocupará ese lugar.

Tiene dos opciones: seguir viendo barcos con cobre y litio en bruto zarpar desde sus puertos, o usar esta crisis como catalizador de una estrategia industrial propia.

Puede priorizar el multilateralismo, pero para eso necesita equipos técnicos que sepan renegociar acuerdos bilaterales con mirada estratégica. Puede tener expertos, pero debe escucharlos. Puede contar con instituciones, pero necesita liderazgo que conecte lo técnico con lo político y lo social.

Porque si Chile no actúa con decisión, no será parte del nuevo orden.

Será apenas una nota al pie de página.

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