- María Elba Chahuán, Vicepresidenta y Fundadora de Unión Emprendedora.
La reciente tragedia en la mina El Teniente nos recuerda dolorosamente que la seguridad laboral no es un tema negociable, mucho menos en una industria como la minería, donde cada decisión puede significar una diferencia entre la vida y la muerte.
La minería chilena ha logrado importantes avances en la protección de sus trabajadores en las últimas décadas, pero aún nos queda camino por recorrer, particularmente en el eslabón de las pequeñas y medianas empresas que forman parte de la cadena de valor del sector. Estas pymes, que representan un porcentaje significativo de los proveedores mineros, operan muchas veces bajo estándares que no siempre reciben la supervisión y el acompañamiento necesarios. No es que no quieran cumplir con las mejores prácticas, sino que enfrentan desafíos estructurales que debemos abordar como ecosistema.
La realidad es que muchas pequeñas y medianas empresas proveedoras carecen de los recursos financieros y conocimientos especializados para implementar sistemas de gestión de seguridad robustos. Mientras las grandes mineras invierten millones en tecnología, capacitación y protocolos de seguridad, las pymes luchan por mantenerse al día con regulaciones cada vez más exigentes.
Aquí es donde debemos actuar con urgencia y visión estratégica. Necesitamos un enfoque integral que contemple capacitación continua, certificaciones accesibles y, sobre todo, el desarrollo de una cultura preventiva que se extienda a lo largo de toda la cadena productiva. No basta con que sólo las grandes compañías mineras tengan estándares de clase mundial; éstos deben permear hasta el último eslabón.
Lo ideal es que las grandes mineras asuman un rol más activo en el desarrollo de capacidades de sus pymes proveedoras. Esto no es solo una responsabilidad ética, sino también una inversión inteligente. Un proveedor bien capacitado y certificado no sólo reduce riesgos operacionales, también mejora la calidad del servicio y la eficiencia de toda la operación. Por eso, las empresas líderes del sector deberían considerar programas de transferencia de conocimiento, financiamiento para certificaciones y acompañamiento técnico especializado.
A nivel estatal, se necesitan políticas públicas que incentiven la adopción de mejores prácticas de seguridad en las pymes. Se podrían explorar beneficios tributarios para empresas que inviertan en capacitación y seguridad, o crear fondos concursables específicos para modernizar equipamientos y sistemas de gestión de riesgos. La tecnología también puede ser una gran aliada en esta transformación. Hoy existen soluciones digitales accesibles que permiten a las pymes monitorear riesgos, gestionar capacitaciones y mantener registros de seguridad de manera eficiente y a costos razonables. Debemos facilitar el acceso a estas herramientas y promover su adopción masiva.
Pero quizás lo más importante es entender que la seguridad laboral es una inversión en vez de un costo. Una cultura preventiva sólida protege vidas, reduce el ausentismo, mejora la productividad y fortalece la reputación corporativa.
El accidente de El Teniente debe servir como un punto de inflexión. Es hora de que toda la industria, desde las grandes corporaciones hasta las pymes más pequeñas, trabajen de manera coordinada para elevar los estándares de seguridad en todo el sector minero chileno. En un mundo cada vez más consciente de la importancia de la sostenibilidad y la responsabilidad social, las empresas que lideren en seguridad laboral tendrán ventajas competitivas evidentes e integrales.
