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- Un plan ecológico sin precedentes redefine la relación entre minería y biodiversidad en el Salar de Atacama. Albemarle, junto a Ausenco, ha identificado más de 300 especies vegetales y construido un vivero experimental que combina saberes locales con ciencia avanzada.
En pleno desierto de Atacama, uno de los ecosistemas más áridos del planeta, Albemarle lidera un modelo de restauración ecológica que desafía los paradigmas extractivos. A través de un vivero pionero, la compañía integra ciencia, tecnología, eficiencia hídrica y conocimientos ancestrales en una apuesta de largo plazo por la regeneración del territorio. La iniciativa, desarrollada junto a la consultora Ausenco, ha logrado identificar 336 especies, el 82 % nativas, y generar protocolos específicos para su propagación. Todo esto se lleva adelante con participación activa de comunidades indígenas, marcando un nuevo estándar en minería con conciencia ambiental.
En 2020, Albemarle asumió un compromiso ambiental sin exigencia legal: restaurar, propagar y proteger la vegetación nativa en el entorno de sus operaciones en el Salar de Atacama. A partir de una línea base exhaustiva, el equipo técnico inició la identificación de especies azonales, aquellas que sobreviven fuera de las cuencas con agua permanente. El resultado fue tan sorprendente como desafiante: 336 especies vegetales, de las cuales nueve están clasificadas en alguna categoría de conservación.
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Para materializar la propagación de esta flora se construyó un vivero experimental de alta tecnología, habilitado en noviembre de 2021. Su diseño prioriza la eficiencia hídrica mediante el uso de aguas grises tratadas, y permite reproducir especies mediante técnicas sexuales y asexuales adaptadas a condiciones extremas. Hasta ahora, el vivero ha logrado establecer especies con tasas de germinación controladas, considerando variables como salinidad, humedad residual y tipo de suelo. La producción inicial se centra en 13 especies prioritarias por su fragilidad ecológica o su rol estructural en el ecosistema desértico.
Más allá del componente técnico, el proyecto se sostiene sobre una base cultural y territorial sólida. La comunidad atacameña de Peine, ubicada al sur del Salar, ha sido clave para comprender el vínculo tradicional con las especies vegetales y definir usos, ciclos y territorios sagrados. Este conocimiento ha sido incorporado en los protocolos de restauración, en un ejercicio genuino de diálogo intercultural y co-creación. Las prácticas de siembra, riego, cosecha y resguardo se integran así a la línea de base técnica, consolidando un enfoque regenerativo único en el país.
En paralelo, el equipo de biodiversidad de Albemarle y Ausenco ha desplegado una estrategia de transferencia de conocimiento hacia 18 comunidades indígenas del entorno. Talleres formativos, entrega de especies propagadas y actividades escolares buscan transformar el vivero en un polo de educación ambiental que supere las fronteras de la operación minera. Así, el proyecto se transforma en una herramienta de proyección territorial y en un modelo de desarrollo con legitimidad social.
Este enfoque ha sido reconocido como ejemplo de minería regenerativa, ya que no solo mitiga impactos, sino que reconstruye tejido ecológico y social desde la base. En un escenario global donde la demanda de litio crece, iniciativas como esta muestran que es posible avanzar en producción crítica para la transición energética sin comprometer los ecosistemas que la sustentan.
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