- María Elba Chahuán, Vicepresidenta y Fundadora de Unión Emprendedora.
El liderazgo femenino es mucho más que una cuestión de justicia, es una estrategia inteligente para construir mejores empresas, mejores equipos y una sociedad más innovadora. No es casualidad que las organizaciones con mayor diversidad en sus niveles de toma de decisiones sean más sostenibles, más resilientes y más rentables.
Esta semana se dio a conocer un informe de Claves Ipsos, realizado en conjunto con la Fundación Generación Empresarial (FGE), para analizar el liderazgo femenino y la participación de mujeres en diversos espacios profesionales, con importantes resultados. Más de la mitad de los encuestados (59%), considera que el estilo de liderazgo está influido por el género de la persona. Un 33% se inclina por jefas mujeres, mientras que un 19% prefiere a un hombre y a un 45% le es indiferente. Según la percepción de los entrevistados, el liderazgo femenino se destaca por una mayor empatía, inclusividad, confianza y principios éticos, en comparación con una jefatura masculina.
Considerando todos estos aspectos positivos, ¿por qué seguimos viendo tan pocas mujeres en los espacios donde realmente se decide el futuro de los negocios y las industrias? El VI Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile -elaborado en conjunto por el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Economía y la Fundación ChileMujeres-, muestra que en las gerencias de primera línea, la participación de mujeres es de sólo un 25,6% , y de 22,1% en los directorios.
La respuesta es que aún enfrentamos barreras estructurales que limitan la llegada de mujeres a cargos de liderazgo corporativo. No es un tema talento, es que el sistema aún reproduce modelos que ya no responden a la realidad de hoy. Las empresas y las sociedades del futuro necesitan líderes con miradas diversas, con capacidad de conectar, innovar y transformar. Y ahí es donde el liderazgo femenino es clave.
Cuando las mujeres participamos en la toma de decisiones, el impacto es claro: se amplía la visión estratégica, se promueven culturas organizacionales más inclusivas y se toman mejores decisiones. La diversidad se convierte en un factor real de éxito y por eso, no podemos permitir que se desperdicien talentos por falta de espacios, redes o cambios en las estructuras de poder.
Para una real transformación, hay que partir por acelerar los procesos dentro de las organizaciones. La igualdad de oportunidades, las mentorías y el acceso a redes de contacto son fundamentales para que más mujeres accedan a posiciones donde puedan influir y liderar. Segundo, es clave visibilizar más referentes femeninos en el mundo empresarial. Mientras más vemos, más se atreven a intentarlo. Y tercero, la corresponsabilidad tiene que ser una conversación real. Sin sistemas que equilibren la vida personal y profesional, muchas mujeres siguen quedando fuera de la competencia por los puestos de mayor responsabilidad.
Derribar las brechas y abrir más espacios no es un tema únicamente femenino, es un desafío colectivo. Necesitamos que el liderazgo deje de tener un solo molde y que la toma de decisiones sea verdaderamente representativa de la sociedad en la que vivimos. Porque cuando las mujeres lideran, ganamos todos.